“No voy a cambiar Hamastán por Fatahstán”. De esta manera tan gráfica, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, manifestó el pasado 16 de diciembre su radical oposición a que, después de la guerra, la Autoridad Nacional Palestina —gobernada por Al Fatah— se haga cargo de la Franja que controla Hamás tras una operación militar que ha causado ya 20.000 muertos (el 70% civiles). El comunicado en el que lo dijo llegó después de que reconociera por primera vez desencuentros con EE UU sobre el escenario en la Franja posterior al conflicto. De esa manera, decía también ‘no’ a la solución de los dos Estados que han resucitado tanto Washington como la UE. “No permitiré que el Estado de Israel repita el fatídico error de Oslo” dijo sobre los acuerdos de 1993 que crearon la ANP y pusieron esa solución en el horizonte. Cinco días después, el jefe de su Consejo de Seguridad se ha abierto a que la ANP gobierne la Franja, pero reclama su desradicalización.
Esa posición inicial sin fisuras de Netanyahu parece resquebrajarse entre los colaboradores del primer ministro. “Israel es consciente del deseo de la comunidad internacional y de los países de la región de integrar a la ANP [en Gaza] cuando Hamás desaparezca”, ha afirmado el presidente del Consejo de Seguridad Nacional de su Gobierno, Tzachi Hanegbi, en un artículo publicado este jueves en el medio digital saudí Elaph. “La cuestión requerirá una reforma fundamental de la ANP que se centrará en su deber de educar a las nuevas generaciones en Gaza, Ramala, Yenín y Jericó [las tres últimas, poblaciones de Cisjordania, controlada hoy por la ANP] “en los valores de moderación y tolerancia” y “sin incitar a la violencia con Israel”. La tribuna de Hanegbi aseguraba que, lograrlo, “requerirá un gran esfuerzo y la asistencia de la comunidad internacional”. “Estamos listos para ese esfuerzo”, concluía.
Desde el Gobierno israelí niegan que existan contradicciones entre lo defendido por Hanegbi en su artículo y la posición de Netanyahu. “Lo que Israel quiere es una administración palestina moderada con la ayuda de países moderados”, explica un alto cargo del Ejecutivo de Netanyahu. “No queremos a Hamás, pero tampoco un reciclaje de la situación actual con la ANP actual. Tampoco queremos ser nosotros los que gobernemos la Franja”, añade. Según ese alto funcionario, los objetivos que persigue Israel con la guerra en ese territorio es desmilitarizarlo y desradicalizarlo, pero también “establecer una administración civil que se preocupe por la gente que vive allí”. En su visión del escenario posterior al conflicto, el Ejecutivo quiere contar con la colaboración de “países moderados”. Entre los que así califica se encuentran Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí. También Estados Unidos y la Unión Europea.
“Necesitamos un nuevo liderazgo [palestino]. Gente que no nos odie”, sostiene este alto funcionario. Ese cambio en la cúpula de la ANP es necesario porque, dice, el Gobierno de Mahmud Abbas “no quiere participar de esta visión de reconciliación ni quiere ser nuestro socio”. “Les decimos donde están los terroristas en Cisjordania y no hacen nada”, prosigue. “La ANP está educando a sus hijos para que se conviertan en asesinos; les hablan de los terroristas como mártires que se debe admirar”. El alto cargo asegura que, con la configuración actual de esa administración, esa “desradicalización” que busca Israel, no se va a conseguir. Quieren un cambio. “Espero que lo consigamos”.
Pero el tímido camino hacia el posibilismo que ha emprendido el Gobierno de Netanyahu no solo se refleja en su apertura a ese hipotético control palestino de la Franja. También en una nueva pausa en los combates que permita un nuevo intercambio de rehenes por palestinos presos en cárceles israelíes. Tras su radical negativa a negociar una nueva tregua, el Ejecutivo israelí se vio forzado a buscarla ante la presión interna por la liberación de los secuestrados, espoleada por el incidente en que tres rehenes que enarbolaban banderas blancas en señal de rendición murieron acribillados por los soldados que tenían como misión rescatarlos al confundirlos con combatientes de Hamás.
Israel quiere llegar a un nuevo acuerdo con Hamás para liberar a los rehenes y ha dado pasos para ello. Esta semana envió al director de su servicio de información exterior (Mosad), David Barnea, a entrevistarse con el Gobierno catarí, que actúa como intermediario junto a Egipto. El grupo islamista palestino exige para lograrlo el cese inmediato de las hostilidades, algo que el Gobierno israelí no está dispuesto a conceder. Fuentes del Ejecutivo del Benjamín Netanyahu aseguran que el proceso se encuentra estancado y que, por el momento, “no existe negociación”. Esas mismas fuentes aseguran, sin embargo, que Israel está abierto a un nuevo acuerdo para liberar a todos los rehenes. “Cuanto antes mejor”.
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“Hay una decisión nacional palestina de que no habrá conversaciones sobre prisioneros o acuerdos de intercambios [de prisioneros por rehenes] salvo después de un completo cese de la agresión [israelí], ha afirmado Hamás en un comunicado. El líder de la organización, Ismail Haniye, viajó a Egipto el miércoles para participar en las conversaciones, pero un portavoz del movimiento aseguró que no participarían en el “juego” de Israel con un nuevo canje a cambio de una tregua temporal para que después retome su ofensiva. Durante el alto el fuego temporal de finales de noviembre, Hamás liberó a 105 rehenes de los 240 que secuestró el pasado 7 de octubre, cuando también mató a 1.200 personas en territorio israelí. En Gaza quedan aún unos 130. Un número indeterminado han fallecido.
Mientras las dos partes fracasan en sus intentos para ponerse de acuerdo, más de medio millón de gazatíes se enfrentan al hambre debido al insuficiente suministro de alimentos que sufre la Franja, según un informe de la ONU. Según el documento, la situación ha eclipsado situaciones de práctica hambruna como las que se vivieron en Afganistán o Yemen en los últimos años. “La situación no puede empeorar más”, ha declarado el economista jefe de la organización, Arif Husain, a Associated Press. “Nunca había visto algo de la escala de lo que está ocurriendo en Gaza y a esta velocidad, en apenas dos meses”.
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