Josep Borrell ha ofrecido este jueves en Israel el mensaje más crítico expresado hasta ahora por un representante de la Unión Europea contra la respuesta dada al ataque de Hamás del 7 de octubre. “Gaza no está lejos de aquí. Un horror no justifica otro”, ha alertado el jefe de la diplomacia europea en una declaración ante la prensa junto al ministro israelí de Exteriores, Eli Cohen, con quien acababa de recorrer el kibutz Beeri, cercano a la Franja, en el que milicianos palestinos mataron o secuestraron aquel día a decenas de personas. “Entiendo vuestros miedos y dolor”, ha dicho. “Entiendo vuestra rabia. Pero déjame pediros que no os consuma la ira. Creo que es lo que os pueden decir los mejores amigos de Israel, porque lo que diferencia a una sociedad civilizada de un grupo terrorista es el respeto por la vida humana. Todas las vidas valen lo mismo”, ha abundado el alto representante para Política Exterior y Seguridad de la UE. A su lado, Cohen, que escuchaba serio, venía justo de señalar a Hamás como “único responsable” tanto de los 1.200 muertos de su ataque como de los más de 11.000 que han causado en Gaza los bombardeos israelíes en respuesta a ese episodio.
El alto representante de la UE para Asuntos Exteriores tiene una conexión personal con el lugar (y con los propios kibutz) que ha subrayado al principio de su intervención. “Sé lo que un kibutz significa para los israelíes”, aseguró antes de recordar que, en 1969, pasó un verano trabajando como voluntario en uno por el deseo de “contribuir al espíritu de esperanza, paz y solidaridad” que representan. “Así que entiendo lo que la familia de los kibutz siente cuando sus hijos, padres o hijas son secuestrados”, argumentó sobre los alrededor de 240 rehenes en Gaza, principalmente en manos de Hamás. Esa vivencia propia le sirvió para dejar claro el lugar desde el que exhorta a Israel a, en primer lugar, poner en marcha “pausas” humanitarias (como pide la UE y acaba de hacerlo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas) y, “en un determinado momento”, a poner fin definitivamente a las hostilidades.
Los kibutz, granjas cooperativas surgidas en el marco del movimiento sionista, estaban inspiradas en el socialismo y, por ese motivo, atraían hace medio siglo a voluntarios de otras partes del mundo. Allí se casó por primera vez, contó Borrell tras señalar su orgullo por cómo habla hebreo uno de sus hijos.
Con estos ingredientes personales, Borrell ha insistido en que “nada justifica lo que hicieron los terroristas de Hamás”, en el derecho de Israel a defenderse y en que Hamás “debe ser derrotado”. Pero también ha matizado que “Hamás no representa al pueblo palestino” y recordado que Israel debe actuar “en línea con el derecho internacional y, en particular, el derecho internacional humanitario” y que han muerto en las últimas semanas “civiles inocentes, incluidos miles de niños”. “Una cosa es defender a Israel y otra, cuidar de la gente que lo necesita. Y, por eso, la Unión Europea, además de apoyar el derecho de Israel a defenderse, también está pidiendo [que Israel permita la entrada en Gaza de] ayuda humanitaria, comida, agua, combustible, protección”.
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Para defender la necesidad de un acuerdo de paz con los palestinos, una de sus principales propuestas para aliviar el conflicto, Borrell también ha aludido a cómo ni siquiera la fortaleza militar israelí y la barrera en torno a Gaza, en la que Israel invirtió más de 2.000 millones de euros, pudieron impedir el ataque sorpresa de Hamás. “Hemos visto cómo los muros, la tecnología y los soldados no bastan para hacer a Israel seguro […] La seguridad solo puede venir de la paz”, ha apuntado Borrell, que ha escuchado con atención en el kibutz los relatos de israelíes que vivieron el ataque del 7 de octubre. Cohen también le ha mostrado fotografías de cadáveres.
La visita del alto representante tiene dos elementos simbólicos. El primero, producirse. Es su primer viaje a Israel desde que asumió el cargo en 2019. La diplomacia israelí vetaba extraoficialmente a Borrell al acusarle de parcialidad en el conflicto con los palestinos y, en plena polémica por la reforma judicial del Gobierno de Benjamín Netanyahu, también de “interferir en los asuntos internos”. En mayo, una reunión en persona en Bruselas con Cohen suavizó el ambiente, y se llegó a fijar una fecha para la visita, que la guerra obligó a anular.
El segundo aspecto de peso es que el viaje incluye la ciudad cisjordana de Ramala, donde se reunirá este viernes con el presidente palestino, Mahmud Abbas; su primer ministro, Mohamed Shtaye; y el titular de Exteriores, Riad Al Malki. Será el primer representante de la UE en pisar Cisjordania desde el día del ataque. No lo hicieron ni la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen, ni la del Parlamento Europeo, Roberta Metsola.
Aunque ha pasado ya más de un mes, Borrell se entrevistará con el liderazgo palestino con el malestar de fondo que causó la defensa de Israel que hizo Von der Leyen, y la decisión unilateral del comisario de Ampliación, Oliver Varhelyi, de suspender temporalmente la ayuda al desarrollo para Palestina, revertida tras las protestas de varios Estados miembros. El pasado día 18, en un discurso ante el Parlamento Europeo, Borrell ya dejó claro que poder visitar Ramala era una “condición fundamental” para viajar a Israel. “Si visito Israel, debo poder también visitar Ramala. Desagraciadamente, la emoción del momento, de los días que hemos vivido, ha impedido que fuera”, aseguró. La gira de Borrell, que concluirá el próximo lunes, incluye también Baréin, Arabia Saudí, Qatar y Jordania, algunos de los países con capacidad de interlocución en el conflicto.
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