Una de las personas asegura que, bajo amenaza de represalias laborales, al personal le ordenaron no dar información. Tienen miedo de perder sus trabajos pero indican que ya no pueden quedarse de brazos cruzados.
“Estamos completamente abandonados y colapsados”, dice M1.
La frustración y el abandono
Las y los pacientes se acumularon en el Hospital San Juan de Dios y, al igual que el Hospital Roosevelt, no se pueden realizar traslados al hospital temporal Parque de la Industria.
El CAPERE, en el primer piso que antes era la emergencia, fue el primer área habilitada para pacientes de COVID-19. En este centro entra cada paciente que tiene una alta sospecha clínica de estar infectado, o por nexo epidemiológico con alguien infectado. Su capacidad original era para atender de 15 a 20 pacientes, pero lleva semanas con más del triple. Hoy atiende a 75 pacientes de los cuales 55 ya dieron positivo de COVID-19, mientras el resto está a la espera de su resultado. Algunos pacientes están hospitalizados en sillones, porque el área se quedó sin camillas. Otros pacientes tienen camillas, pero no hay suficientes colchones.
“Conforme otros pacientes van muriendo se les da colchones de las otras camillas. O se van trasladando a otro piso”, dice M2.
El hospital tuvo que habilitar otros dos espacios para atender a pacientes de COVID-19. En el segundo nivel se atienden a 24 pacientes que además sufren de enfermedad crónica. Y en el quinto nivel hay 51 pacientes en recuperación.
Aún así el personal no es suficiente. En el CAPERE del primer nivel solo hay tres médicos por turno. Se apoyan de dos médicos de otras especialidades que ayudan a sacar sangre, y un médico afuera que evalúa si las personas ingresan o si se van a su casa.
“Nos rotamos cada 15 días porque es demasiado pesado estar ahí”, explica M2. Siente que ya no dan abasto. Todos los pacientes en el CAPERE requieren oxígeno y la mayoría están en estado crítico.
“Llego positivo a mis turnos porque pensamos que vamos a poder ayudar a alguien, salvar a un paciente al menos. Pero me encuentro con las manos atadas al llegar al área de coronavirus. Muchos pacientes están con la llave de oxigeno completamente abierta, y aún así necesitan más. Lo único que nos queda es lo que evitamos tanto, colocarlo en ventilación mecánica”, dice.
Aclara que muchos pacientes deberían estar ventilados bajo el seguimiento constante de un médico, personal de enfermería y un terapista respiratorio. Pero no hay personal especializado para dar los cuidados adecuados y los médicos generales no están capacitados para manejar los ventiladores.
“Al ventilarlos solo los vemos morir en las próximas horas. No tenemos ningún terapista respiratorio pero nosotros no estamos entrenados para armar ventiladores y darle terapia a la gente. Alguna vez encontramos las piezas, otras no, alguna vez usamos él de un paciente que acaba de morir. Muchos mueren en el intento y ningún paciente ventilado ha logrado sobrevivir. Esto se repite tal vez 10 veces al día. Ya no podemos más.”
“Tenemos 4 o 5 muertos en el pasillo”
Al Jefe de Emergencia, Napoleón Méndez, quien en varias ocasiones ha exigido públicamente que las autoridades actúen para desfogar el hospital, las condiciones de los pacientes y el personal le causan una profunda tristeza.
“Es una catástrofe terrible. Si eso no se llama colapso, no sé cómo llamarlo. No sé por qué ha habido una tonta y realmente inconstructiva discusión del ministerio con los médicos. Contradicen lo que estamos diciendo, cuando nosotros vivimos y respiramos el coronavirus todos los días. ¿Por qué dicen que no estamos colapsados?”, comenta.
Aparte del miedo entre las y los médicos de enfermarse del COVID-19, Méndez indica que el virus trae muchos daños colaterales para el personal, como la sensación de claustrofobia por llevar el equipo completo de protección completo durante horas, y el estrés emocional de no poder ejercer con la misma facilidad porque los 2 o 3 pares de guantes, los lentes que se empañan por las mascarillas y las caretas, reducen los sentidos que son fundamentales para examinar pacientes.
No puede esconder su desilusión por la falta de respuesta del Gobierno sobre la situación:
“La situación es caótica. Nuestra gente sigue sufriendo muchísimo. El virus vino a desnudar el sistema de salud público tan abandonado que tenemos. Da mucha tristeza y mucha colera ver cómo se burlan de los guatemaltecos”, dice el doctor que lleva alrededor de 24 años de laborar en el hospital.
Por lo menos 15 residentes están suspendidos porque presentaron síntomas o prueba positiva de COVID-19, indican las fuentes. A pesar de estar en la primera línea durante la pandemia, el contrato de las y los residentes no les otorga ningún bono de riesgo.
A M3 le ofende cuando alguien le trata de convencer que el personal de residencia tal vez no se contagió en el hospital. Igual cuando escucha a las autoridades proclamar que el CAPERE está bien abastecido, con suficiente espacio y personal. Y le genera mucha frustración que aún hay personas que creen que la enfermedad no es real.
Cuando M3 termina sus turnos, su cansancio físico no se compara con el cansancio mental que le genera jugársela entre casi 80 pacientes. No tienen suficiente equipo para monitorear adecuadamente a todos los pacientes en estado crítico, ni hay personal necesario, como anestesiólogos, para asistir al momento de intubar un paciente.
“Paciente masculino de 50 años, sin antecedentes, no es diabético, no es hipertenso, solo consultó por que le cuesta respirar desde hace 2 días. Ya tenía síntomas gripales de hace una semana pero no le dio importancia. No marca el saturador de baja calidad, el saturador profesional se quedó sin baterías. Le quitamos el monitor a uno de los delicados y marca saturación 50, frecuencia cardiaca 150. Me comentan que falleció hace un rato, no mejoró, y efectivamente ahí amontonados tenemos 4 a 5 muertos en el pasillo. Esto solo es el ejemplo de un turno y todo lo que pasa por mi cabeza con un paciente”, narra M3.
Entre el 16 y el 19 de junio fallecieron 34 pacientes, según datos verificados por la defensoría de salud de la Procuraduría de Derechos Humanos. De ellos 28 eran positivos de COVID-19, y seis con síntomas sospechosos de la enfermedad.
La morgue del hospital San Juan de Dios no cuenta con un cuarto frío para guardar los cuerpos de pacientes fallecidos. Además la PDH constató que el personal del Ministerio Público que maneja los cuerpos no tienen trajes de protección por lo que utilizan bolsas de plástico.
Las familias de las personas fallecidas tienen 24 horas para reclamar su cuerpo. Luego de este tiempo serán enterrados como xx en una fosa común.
Un director que solo cuida su puesto
M2 cuestiona dónde están los comunicados y pronunciamientos del equipo y el director del hospital por el colapso y por todo el personal infectado, así como han hecho sus colegas en el Roosevelt acompañados por el director, Marco Barrientos.
Los tres profesionales aseguran que el director es indiferente a los problemas del personal.
“La diferencia es que por nosotros nadie vela, estamos solos. En el Roosevelt cuando se infectaron los residentes se hizo un comunicado, y se apoyó por medio de otras especialidades. Acá no hay comunicados, no hay exigencias, no hay nada. El director no se acerca a las áreas críticas, no gestiona, no vela por nada. Las autoridades dicen que estamos bien pero al contrario, es donde estamos peor pero nadie lo quiere decir”, asegura M2.
Por su parte M1 añade con frustración: “Los medios de comunicación y las autoridades del ministerio deberían de llegar un día, porque ya no sabemos qué hacer. El director no hace nada, es un inepto. Solo trata de quedar bien con el ministerio. Su rol es político nada más”.
Nómada solicitó una entrevista con el director Solares, pero no recibió respuesta.
Napoleón Méndez sospecha las autoridades se preocupan más por cuidar sus puestos que en reconocer la realidad.
“Es un error pensar que las cosas cambian solo con cambiar a las personas. Necesitamos cambios de políticas públicas. Será lo mismo si las personas no tienen libertad de acción, si no traen políticas serias, y si va a seguir siendo parte del sistema podrido del gobierno donde la salud no es prioridad”.
Según Méndez, desde antes de la pandemia se necesitaban por lo menos cuatros hospitales más solo en la capital. Espera que la nueva ministra, Amelia Flores, utilice bien los recursos por el bien de los guatemaltecos y para contratar más personal médico con condiciones dignas.
“La única razón por la que no se ha terminado de caer el sistema, y muchos guatemaltecos siguen con vida, es por el esfuerzo del personal de salud. No solo médicos, sino enfermeras, gente de limpieza y administrativa, que están dando la batalla. Mis respetos. Exigimos que el gobierno haga lo mismo. No veo las mismas ojeras en el presidente, solo sonrisas, incongruencia y falta de compromiso”, concluye doctor Méndez.
Vía Nómada / Pia Flores